lunes, 19 de marzo de 2012

Shit.

Eres como un vicio: Piensas que no te gusta, sientes curiosidad y lo pruebas, un poquito hoy, un poco mañana, un mucho pasado mañana, un demasiado al día siguiente, un bastante el día de después y así, cuando menos te das cuenta, ya te has enganchado. Cuando ya te has concienciado de que te has enganchado, intentas desengancharte. Te pones una meta. Algunas cosas son malas si lo haces todo de golpe, pero piensas que en este momento es mejor hacerlo así. Bien, empecemos. Empecemos por dejar de mirar tus fotos, cuanto hace que no te conectas y que chicas te hablan y como te hablan. Se te escapa alguna ojeada para mirar su principal… Es todo lo que siempre deseabas, es guapo, inteligente, ese aire despreocupado que tanto te gusta, parece que no pero le preocupa casi todo… No no, sigamos con el plan. Si le ves conectado, tú no vas a empezar la conversación y si pasa de ti, mejor, un problema menos. Al día siguiente. Te olvidas de esas metas que te propusiste. Te olvidas de no ver sus fotos, hace cuanto que no se conecta, las chicas con las que habla por comentarios, como le hablan y lo más importante, como las responde él. Te olvidas de si le ves conectado, no empezar tú la conversación. Te olvidas de todo. Te das cuenta que es necesario para vivir. Que sin hablar esos segundos, minutos, horas, con él, te falta algo, te sientes vacía. Cada día esas sensaciones crecen ¿Por qué? Él no hace nada del otro mundo. Él está siendo como es. No tiene nada que otros días no haya tenido. La situación empeora. Tú primer pensamiento cuando te levantas es para él. Cuando estás en clase, pintas en los libros, pero no te das cuenta de que pones su nombre o sus iniciales. Nada más llegar a casa, comes corriendo y te conectas para ver si tienes algún privado suyo para respondérselo cuanto antes. Decides hacer los deberes, bien, terminados, ahora de estudiar… ¡Oh oh! Hoy tampoco puedes estudiar, estás pensando en él, ya sabrás a quien echarle la culpa cuando suspendas el examen. Estás horas y horas en el ordenador para ver si hay alguna señal suya. Te duchas y cenas corriendo para volver al Tuenti, haber si tienes suerte esta vez. Antes de irte a dormir te lavas los dientes, te los cepillas, te los enjuagas y te miras en el espejo, sonríes. Te vas a dormir, te pones un poco de música para relajarte. Caes dormida, pero el último pensamiento del día es para él. Al día siguiente te levantas. Poco a poco, se va haciendo costumbre este ritmo de vida. Una rutina, buena en algunas ocasiones y desgraciadamente, mala. Hasta que un día te paras a pensar un momento y te dices a ti misma: ‘¡MIERDA, ME HE ENAMORADO!’.

No hay comentarios:

Publicar un comentario